My Life is in His Hands
December 31, 2020Stand Tall
January 28, 2021Estar ahí para tu familia
Como padre y esposo, he enfrentado algunos momentos decisivos. Un momento muy especial fue cuando tuve un vislumbre de lo que mi matrimonio podría ser, un destello de la compañía, la intimidad y la alegría disponibles para mí, si así lo deseaba. La pregunta era: ¿Trabajaría para eso? Decidí que lo haría. Hubo ocasiones en que estuve a punto de perderlo todo, y tuve que pedirle a Dios que me ayudara a cambiar. Esos mismos momentos me sucedieron también como padre. Ocurrieron cuando celebré por primera vez la llegada de esas pequeñas y preciosas vidas, y sentí la increíble responsabilidad hacia ellas. Fue un asombroso momento para mí, mirar la cara de estas hermosas personitas, y darme cuenta de que su futuro se vería afectado por la manera en que yo viviría.
Otro ejemplo de lo que estoy hablando está relacionado con nuestro regreso a Argentina, para cumplir nuestro segundo período como misioneros. En esa oportunidad, viajé solo con el propósito de preparar el camino para mi familia. Tenía que encontrar un lugar para vivir, y luego trasladar nuestros muebles y pertenencias desde Tucuman a Corrientes, y así instalar la nueva casa. Nuestro año en los Estados Unidos se había visto ensombrecido por la pérdida del padre de Marilyn, pero también nos había traído la alegría del nacimiento de nuestro tercer hijo. Cuando llegó el momento en que mi esposa, nuestros dos niños mayores y el bebé llegarían, volé a Buenos Aires para encontrarme con ellos. Pasar por la aduana siempre era una molestia, pero no podía hacer nada más que mirar por el cristal mientras ellos luchaban allí. Después del largo y agotador viaje, nos quedamos esa noche en Buenos Aires, y al día siguiente partimos para Corrientes. Cuando llegamos a nuestro destino, no conocíamos a nadie, así que cargados con nuestras maletas, tomamos un taxi hasta nuestro nuevo hogar. Mi familia entró a esa casa desconocida, en una ciudad desconocida, después de dejar a nuestras respectivas familias en los Estados Unidos, y entonces pude ver que estaban abrumados. Les dije que había encontrado un buen lugar donde comprar empanadas, y que iría a buscar algo de comer, porque todos tenían hambre. Eric fue conmigo. Mientras conducía, oré para que Dios ayudara a mi familia, porque sabía que todos se sentían muy solos en ese momento. No siempre discernía esos momentos claves, pero cuanto más le pedía a Dios que me ayudara a estar ahí para ellos en momentos como ese, más me ayudaba. Creo que, ese día, Dios me permitió sentir de manera muy marcada la responsabilidad de mi pequeña familia. Aunque fallara muchas veces, nunca me daría por vencido. Sabía que mi trabajo era protegerlos física y espiritualmente, y brindarles ayuda. Eso significaba no sólo proporcionar un lugar para vivir y comida para comer, sino también ofrecerles un modelo de cómo vivir, cómo amar, cómo perdonar y cómo seguir a Dios. Y me di cuenta de que nunca podría hacer esto sin la ayuda de Dios.